Una de libros: Lo opuesto a la compasión

21 Feb

ImageNada se opone a la noche (Delphine de Vigan: Rien ne s’oppose à la nuit, JC Lattès, 2012) fue un regalo de Navidad muy bien envuelto. Anagrama ha birlado a Suma de Letras la publicación en España del último libro de De Vigan, que no me atrevo a llamar novela por varias razones, tan refutables como evidentes: la obra es un recorrido por la genealogía familiar de la escritora, construida desde los recuerdos propios y parentales, y en su recreación no hurta la autora su presencia –como hija de la protagonista.

Si debemos llamar «autobiografía» a los hechos reunidos de la memoria de uno, tal vez dependa de cuánto se invente para hacer el libro posible. En este caso, impresionante como se ofrece la historia de Lucile, una bellísima francesa fumadora retratada en la foto de cubierta, la autora confiesa que toda su tragedia y alegría es tan verídica como pudo serlo, si bien se reserva el privilegio de etiquetar.

«Soy escritora porque mis padres son, los dos, incomprensibles», espetó De Vigan en una entrevista a cuenta de la presentación de Nada se opone a la noche. Su explicación sirve para poner en contexto el libro, traspasado de arriba abajo por los sentimientos, y donde convergen la necesidad de la escritora de mantener la distancia justa hasta los puntos más dolorosos de cada drama y la importancia de reivindicar alegrías en un pasado poco proclive a consentirlas.

ImageHay un par de virtudes que el texto engrandece gracias a la tara que De Vigan se reconoce. Por una parte, redactar desde la tristeza no superada, pero convivida, contribuye a mejorar su efecto. Al alejar a su familia de cualquier sobreactuación, evita caer en esos melodramas que trasiegan el espíritu de las librerías y hacen de ellas paradigmas de vulgaridad. Por otro lado, su propio estilo permite construir un relato que corta, y allí donde brota la sangre, la historia crece.

Nada se opone a la noche plantea preguntas anejas a las herencias, a si persiste o no el infortunio por vía genética, a cuánto de lo que no fueron los padres y los abuelos serán sus descendientes. Desafiar el destino consabido mortifica a De Vigan tanto como la inspira, y aunque el recurso a su leyenda no es original para ella, sí haber abandonado el seudónimo, los personajes inventados y una trama fantasiosa a la hora de contar algo.

Leyendo este libro me di cuenta de que la envidia que siento hacia un escritor valiente excede el resto de mis celos. Terrores y costras a la espalda llevamos todos, pero nada más unos cuantos les conceden el crédito de llegar a ser interesantes, en su batalla por encontrar «la palabra justa».

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Hannah/Opale

Como último detalle de importancia, decir que Nada se opone a la noche narra las vidas de unas cuantas mujeres pertenecientes a esa generación de europeas que tuvieron la suerte de protagonizar cambios. El entorno de libertad y delirio en que nacen y crecen Lucile y el resto de sus hermanas implica que esta obra sea, además, una recreación especialmente sabrosa para los habitantes de nuestro país, invitado tardío en todas las revoluciones.

Delphine De Vigan fue el descubrimiento semanal más destacado –quitando la reparación del techo de mi cocina–, así que, en cuanto coja el aire que me robó, probaré suerte con No y yo (No et moi, JC Lattès, 2007) y Las horas subterráneas (Les heures souterraines, JC Lattès, 2009). Igual que ella escribe, su lectura me hace presentir miedo y confianza; «la vida se encargará de elegir».

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